domingo, 16 de octubre de 2011

Fernando Pessoa


Conocí a Pessoa (Lisboa, 1888-1935) en 1994 por el libro de Octavio Paz: Versiones y Diversiones (Galaxia, Gutenberg, Círculo de lectores). La lectura repetida de Tabaquería me causó tristeza, desazón, luego goce estético. Poco después leí el libro Vida y obra de Fernando Pessoa. Historia de una generación, de João Gaspar Simões (Traducción de Francisco Cervantes, Fondo de Cultura Económica, México, 1987). Este es un libro de lectura tediosa, con numerosísimas y detalladas referencias a distintos aspectos de la literatura portuguesa; no obstante, por él supe de la extraña, sorprendente biografía de Pessoa, de sus heterónimos: Álvaro de Campos (n. 1891), Ricardo Reis (n. 1912), Alberto Caeiro (n. 1914).

Por casualidad encontré hoy (Octubre 16, 2011) el libro Fernando Pessoa. Poemas (Traducción y presentación de Miguel Ángel Flores, editorial Letras Vivas. Los poetas de la banda eriza, 2ª ed. 1998). Una de las ilustraciones de Julio Pomar presenta a Pessoa y a dos de sus heterónimos esperando al tercero, que se ha retrasado.
Pessoa explicaba de esta manera el surgimiento de sus heterónimos: "No podrá decirse que son anónimos o seudónimos. La obra seudónima es la del autor en su personalidad, salvo en el nombre con que firma; la heterónima es del autor fuera de su personalidad, es de una individualidad completa fabricada por él, como si fueran los parlamentos de cualquier personaje de cualquier drama suyo...
Puse en Caeiro todo mi poder de despersonalización dramática, puse en Ricardo Reis toda mi disciplina mental, investida de la música que le es propia, puse en Álvaro de Campos toda la emoción que no debo ni a mí ni a la vida...Las obras de estos tres poetas forman, como se dice, un conjunto dramático; y se halla debidamente estudiada la interacción intelectual de las personalidades así como sus propias relaciones personales...Es un drama en gentes en vez de ser en actos".

Una anécdota: Una tarde en que José Régio esperaba a Pessoa, llegó retrasadísimo Álvaro de Campos, disculpando a Pessoa por no haber podido llegar a la cita.

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