Julio acostumbraba caminar una y otra vez, de ida y vuelta, en el pasillo del laboratorio. Interrumpía la caminata para preguntarle a cualquiera: ¿Voy o vengo?
A todos les causaba gracia lo que consideraban una excentricidad de sabio.
Un día Julio llamó a las 3 de la madrugada a su amigo Héctor, le dijo: ¿Puedes venir, por favor? Es que no sé quién soy.
Un día Julio llamó a las 3 de la madrugada a su amigo Héctor, le dijo: ¿Puedes venir, por favor? Es que no sé quién soy.
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